Recuerdo perfectamente el día que decidí montar mi propia "Blackie". No fue un impulso, fue una especie de deuda personal. Desde que vi por primera vez a Clapton arrancar notas de esa Strat negra con alma de fuego, supe que algún día tendría la mía. No comprada, no de catálogo. Una que montara yo, con mis manos, entendiendo cada componente, eligiendo cada tornillo como si fuera parte de una historia que empezaba conmigo.
La idea
Más que una réplica, quería una reinterpretación. No se trataba de clonar una Custom Shop de Eric Clapton, sino de construir un homenaje fiel en espíritu y, sobre todo, en sonido. Eso significaba tomar decisiones. Algunas puramente técnicas. Otras, emocionales.
Materiales: decidir con cabeza y con oído
El cuerpo
Tenía claro que tenía que sonar y resonar bien incluso sin estar enchufada. Me pasé semanas comparando maderas. Estas fueron las opciones:
Aliso (Alder): Ligero, balanceado, cálido. El favorito de Fender y el que usaba Clapton. Suena bien tanto limpio como con ganancia. La opción más fiel y lógica.
Fresno (Ash): Visualmente precioso con vetas marcadas. Más brillante, más pesado. Muy usado en Strats antiguas.
Tilo (Basswood): Económico, con buena respuesta en medios, pero algo apagado en frecuencias altas.
Mi elección: Aliso. Porque si hay una base segura para una Strat con alma vintage, es esta.
El mástil
Aquí el tacto lo es todo. La forma, el diapasón, el acabado... Tu mano lo va a recorrer miles de veces. Mis opciones:
Arce sobre arce: Brillo, ataque rápido, estética clásica. Es el combo original de Blackie.
Arce con palorrosa: Tacto más suave, tono más cálido, menos brillante.
Perfil del mástil: Clapton usa un "Soft V", pero yo me siento más cómodo con un perfil moderno en C.
Mi elección: Arce con diapasón de arce y perfil en C. El mástil lo encontré de segunda mano en buen estado. No tenía el logo spaghetti, pero eso era lo de menos. Lo importante es cómo se siente. Y se sentía increíble.
Las pastillas
Aquí está el alma del sonido. Investigué mucho. Probé, comparé y escuché con auriculares buenos y con el ampli a tope.
Fender Vintage Noiseless: Las que lleva la Signature y Custom Shop de Clapton. Cero ruido, tono Strat auténtico y respuesta espectacular al Mid Boost.
Seymour Duncan SSL-1: Más vintage aún, pero sin cancelación de ruido.
Lace Sensor Gold: Las originales de Clapton en los 80-90. Suaves, comprimidas, muy peculiares.
Mi elección: Fender Vintage Noiseless. Era evidente. Son las que lleva su modelo actual y están diseñadas para trabajar con su circuito activo. ¿Qué más iba a pedir?
Electrónica
Este fue el corazón del proyecto. Clapton tiene un sistema único:
Mid Boost Fender Kit Clapton: Realza medios como una humbucker sin perder el carácter Strat.
Control TBX: Potenciómetro dual que actúa como ecualizador pasivo. De 0 a 5 es tono normal, de 5 a 10 realza agudos y presencia.
Mi elección: Kit original Fender Clapton Mid Boost. Incluye potes, TBX, preamp y todo lo necesario. Lo compré nuevo. Aquí no iba a escatimar.
Hardware
Puente: Vintage de 6 tornillos, como el de Clapton, bloqueado con una cuña de madera para evitar que se mueva.
Clavijeros: Estilo Kluson, vintage, los más fieles. Funcionan y lucen perfectos.
Cejuela: De hueso. La hice a mano y la ajusté milimétricamente.
Golpeador: Blanco envejecido, de tres capas. Nada brillante ni moderno.
El montaje: paciencia, mimo y soldador en mano
Una vez reunido todo, el proceso fue puro disfrute (y frustración a ratos). Cada soldadura la hice con mimo. El cableado blindado, los puntos bien soldados, los potes ordenados. Aprendí a dejar espacio para la pila de 9V sin sacrificar estética ni comodidad.
Ajusté el alma, nivelé los trastes, afiné la altura del puente y el ángulo del mástil hasta que el sustain apareció solo, sin pedirlo. Cuando una guitarra respira, lo sabes.
El relic: que parezca que ha vivido
No quería una guitarra nueva con look falso. Quería que mi Blackie pareciera una guitarra que había estado en escenarios, que había sudado blues y llorado solos. Para el relic hice esto:
Acabado nitrocelulósico: fino, quebradizo, fácil de desgastar.
Zonas de desgaste natural: brazo, bordes, zona trasera. Lijado con cuidado, lana de acero y tiempo.
Oxidación de metal: vinagre caliente para darle un tono envejecido real a tornillos y herrajes.
Envejecido del plástico: Té negro, betún de judea y mucho ojo para no pasarse.
El resultado no fue exagerado, pero sí creíble. Parece una guitarra con historia. Una que sobrevivió a muchos ensayos, a algún concierto y a noches de inspiración.
El resultado: My Blackie by Raven Restore
La enchufé, encendí el ampli y rasgué un acorde en limpio. Y ahí estaba. Ese tono dulce, con cuerpo, con ataque. Moví el potenciómetro del boost y la guitarra rugió. No era una copia. Era mi versión. Una Blackie con cicatrices nuevas, con carácter propio. Con mis errores, mis elecciones y mi alma dentro.
No es una Custom Shop, no vale miles de euros. Pero tiene algo que ninguna de esas tiene: está hecha por mí. Y eso se nota cuando la toco.
Si estás pensando en montar tu propia Blackie, hazlo. Compara, prueba, pregunta, equivócate. Pero sobre todo: hazlo tuyo. Porque ninguna guitarra vale más que la que construyes con tus manos y tu historia.
Y si necesitas una mano con planos, esquemas o recomendaciones de piezas, escríbeme. A veces, lo único que se necesita para empezar es que alguien te diga que se puede.